La idea surgió tan sólo llegar a Mong Khua.
- Tenemos muy poco tiempo en Laos, pero porque no nos lo tomamos en calma y vamos un poco más al norte, compramos una canoa y descendemos el río? Me comentó Josep.
- ¡Oh! La idea es buena –digo yo,- ¡Vamos a intentarlo!
De Oudomxai en autobús a Phongsali. Un caminito de nada más y nada menos que nueve horas en el que no paramos de toser y tragar polvo, al final era imposible distinguir el color original de la ropa debajo el polvoriento marrón. Vamos ascendiendo entre las montañas y observando el paisaje. Topamos con pequeñas aldeas en las que encontramos gentes diferentes. Esto no es como Tailandia, las tribus no son nada turísticas y se muestran tal y como viven actualmente. Hay algunas vestimentas cómo la de la tribu Akha que impactan a primera vista.
En el paisaje se distingue una especie de neblina que no nos deja ver mucho más allá de la montaña de enfrente. Es el humo de los incendios provocados. La mayoría de la población depende de la agricultura de tala y quema para sobrevivir. Además el 80% del consumo de energía del país proviene de la leña y del carbón. De repente nos encontramos con una carretera rodeada de fuego pero no parece ser motivo suficiente para que el conductor no la cruce. Los ojos nos lloran nos cuesta respirar a causa del denso humo y notamos el calor y la furia de las llamas a un y otro lado del autobús. ¡ESTE CONDUCTOR ESTÁ CHIFLADO! Sanos y salvos salimos de entre las llamas aunque al otro lado nos espera otro conductor de autobús más prudente que no se ha atrevido a cruzar.
En Phongsalí conocemos a tres belgas a los cuales decidimos contarles la idea y los muchachos se animan. Uno de ellos de repente dice:
- ¿Porque no construir una balsa de bambú?
A Josep se le iluminó la cara, hacía menos de una hora en nuestra excursión por los alrededores áridos y deforestados de Phongsalí me había comentado que su idea original era construir una balsa de bambú aunque imaginaba que no sería partidaria de ello. Estos muchachos le han iluminado la cara con ilusión.
No les digo nada, solamente que si flota lo suficiente lo haré pero que necesito ver que es suficientemente estable para cinco personas y cinco maletas.
Al día siguiente llegamos al pueblo rivereño de Hat sa. Vale decir que es uno de los pueblos con la gente más extraña que me he encontrado en mucho tiempo. ¿Será porque estamos cerca de la frontera con china? Mientras los chicos se alejan del pueblo y empiezan el trabajo sucio yo les busco un lugar dónde descansar. Solamente hay un hotel y está lleno de roña, hay un colchón de dos dedos en el suelo sin siquiera una sábana para disimular la suciedad. El dueño me dice que son 20.000 kip por persona, así que la habitación me sale a 40.000 (3’5 Euros).
- Por favor señor, esto es lo que me cobran en la ciudad con lavabo en la habitación, agua caliente, sábanas limpias e internet. No le pido que me lo regale aunque sí sea más razonable. El lavabo es un agujero entre el bambú en la parte de atrás de la casa y encima si se tiene una necesidad más seria la única solución es adentrarse en el bosque sea la hora que sea. ¿Hay agua caliente para ducharse?
- Si, el agua del río se calienta durante el día con los rayos de sol y la acumulación de pis de la población.
– Vaya, cómo vamos a dejar escapar tal ofertón.
A las 5 de la tarde los muchachos ya han terminado la balsa de bambú. Un chino les ha enseñado cómo conseguir cuerda del bambú y los niños del pueblo han venido a ayudarlos. Todo el pueblo ya los ha visto haciendo la balsa y parece que todo va sobre ruedas. Nadie ha dicho nada en toda la tarde así que la terminan y se van a descansar para empezar a descender el río mañana por la mañana.
-¡La balsa ha desaparecido! Me despierta Josep con un chillido. ¡Han transportado la balsa hasta al puerto y han empezado a desmantelarla! ¿Por qué alguien va a querer hacer algo así?
A la media hora ya listos para irnos aparece un joven con una muchacha de traductora. Empieza a contarnos que su barco ha desaparecido y que lo han hecho pedazos.
- ¿Qué quieres decirnos con eso? Nosotros estuvimos toda la tarde construyendo nuestra propia balsa, no hemos tocado nada de nadie. Contestamos con cara de sorprendidos.
(Este es el típico muchacho que espera el momento oportuno para darte una patada por detrás y sacar partido de cualquier situación. Un personaje muy común en el sudeste asiático)
En seguida el muchacho cambia de argumento. Dice que el bambú es suyo y que tenemos que darle la balsa y encima pagarle dinero. ¡Vaya! ¡empezamos a tocar el grano! Me niego rotundamente a darle nada a este señor que viene con la desfachatez de reclamar algo después de toda una tarde trabajando a sabiendas del pueblo entero. ¿Qué ha cambiado de ayer a esta mañana? Probablemente se frotaban las manos mirando la película de ayer por la noche pensando en cómo robarían a los “falang” (extranjeros) al día siguiente.
- ¿Dices que el bambú es tuyo? ¡Te lo quedas, pero no vas a ver ni un duro!
Decidimos darle la balsa y largarnos. La verdad, aunque hubiéramos llegado a un acuerdo y hubiéramos pagado un precio elevado por la balsa, sabíamos que una vez llegáramos el próximo pueblo probablemente nos estaría esperando la policía con el muchacho y algún falso pretexto para volver a sacar tajada. No se puede esperar menos de un país cuya corrupción bulle en el día a día de los ciudadanos y dónde el beneficio personal pasa por encima de quién haga falta. Seas o no turista.